HUMILLACIONES por Juan Manuel de Prada

Hoy en el “XL Semanal” he leído con interés y cierto reconocimiento el comentario que, en la sección “Animales de Compañía”, realiza Juan Manuel de Prada, y eso que no es autor que lo tenga entre mis preferidos, pero el artículo de hoy merece la pena de ser leído, y del que me gustaría destacar los siguientes párrafos, tan presentes en la vida actual y que, estoy seguro, que podremos encontrar semejanzas en nuestro alrededor,:

Juan M de PradaMe comentaba el otro día un amigo su frustración creciente ante las humillaciones que recibe de un jefe o jefecillo muy lerdo que nunca le deja adoptar iniciativa alguna; y que, cuando la adopta, inmediatamente se apresura a desbaratarla, para rebajarlo y escarnecerlo ante sus compañeros. No es la primera vez que un amigo me cuenta parecidas tribulaciones; y yo mismo, aunque no dependo de jefes o jefecillos, alguna vez he padecido situaciones humillantes en las que el trabajo en que pongo mayor brío y empeño resulta después despreciado, pisoteado malinterpretado o incomprendido por quienes hociquean en la cochiquera.

……

Vivimos en una sociedad  en la que, por contaminación del  principio democrático en su versión  más rencorosa, hemos dejado de  percibir el mérito en el prójimo, al  que consideramos siempre nuestro  ‘igual’ (y, si ocupa una posición  inferior en el escalafón laboral,  nuestro ‘subordinado’), aunque nos  dé mil vueltas en casi todo, o sobre  todo si nos las da. Y allá donde no  se reconoce autoridad en quien de  verdad la posee (y utilizo la palabra  ‘autoridad’ en su sentido originario,  como expresión de prendas personales dignas de emulación que nos ayudan a ser mejores), es inevitable que afloren el irracionalismo y la arbitrariedad. Una sociedad en la que no rige el principio de autoridad es una sociedad condenada a ser regida por la fuerza, donde todo lo bueno y meritorio es inexorablemente humillado, zaherido y arrojado al fango.

…..

Y es que las humillaciones, por muy acerbas y crueles que sean, nunca pueden llegar a matar nuestro espíritu; y hasta me atrevería a afirmar que, allá donde menudean las humillaciones, nuestro espíritu se hace más fuerte, más limpio, más ardiente, más apasionado e intrépido, más dispuesto a brindar sus mejores frutos. Porque contra nuestro espíritu divinamente alumbrado no hay jefe ni jefecillo que pueda, ni contrariedad -por humillante que sea- que consiga doblegarnos .

Por supuesto que los subrayados son míos y no del autor del artículo.

Si tienes interés Aqui puedes acceder al artículo de Juan M De Prada 

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